martes, 15 de noviembre de 2011

Capítulo III: De las aventuras insectívoras del Dr.

Por entonces yo tenía la vida solucionada. Como vivía a tope, un día decidí ir a la estación de trenes, a ver qué se cocía por allí. No se cocía nada. Volví. Entonces, las cucarachas, extrañamente, habían tomado mi ático, y me exigían 5000 monedas de oro de Tindaya para devolvérmelo. No las tenía en ese momento, pero como dije, tenía la vida solucionada. De hecho, ni siquiera creo que haya oro en Tindaya. Llegamos a un acuerdo: ellas me devolvían el ático y yo compraba insecticida de marca blanca. Mejor, es más barato.

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